domingo, 14 de junio de 2009

7 A.M.

Despierta somnolienta y se asoma al balcón para contemplar un día plomizo. Detrás de cada ventana, pequeñas vidas en movimiento. Estira la sábana como si fuera las alas de un albatros. Siente una amabilidad indiferente hacia el mundo. Se ha dado cuenta de que hasta los muertos meten la pata. Inspira y espira. Hoy va a tratar de resolver sus dudas con un hombre que no la quiere, accionando, dejando de lado el verbo, porque las palabras sólo hacen que avance un absurdo pensamiento. Hubo un tiempo en el que bendecía los improperios, porque era el mejor candado para cerrar puertas, pero, desde hace poco, cree que lo mejor es no hacer nada. Absolutamente nada. Las palabras nunca fueron gratis. Todos han dicho que hoy va a vivir un día duro, pero a ella no le resulta tan complicado exhumar los huesos de un padre muerto en un barranco. Si tuviera la oportunidad de que se le concediera un deseo pediría, con certeza, que todas las personas se olvidaran de La Historia, incluso de su propia historia, porque sabe, por experiencia, que sólo nos hace más rencorosos.