miércoles, 1 de julio de 2009

Fin

Venimos a saludar a la señorita Alambre, aquí le presento al señor Alicates.

Hombre al final del camino


Tras larga pausa... volvió a comunicarse con agitación

La solución suele ser un pensamiento mal encauzado. Cadencia malhumorada que impide el grito. Sólo los salvajes conocen la libertad. Este betún va a dejar muy relucientes tus zapatos. Me ciño a tu espalda para saborear el olor de tu esfuerzo. Fedor ha venido para quedarse. Un hombre que no tuvo miedo a ser hombre, ni mujer. Echo de menos dormir contigo, aunque no lo haya hecho nunca. Recuerdo la ingratitud de un pantalón bajado a medias. Los nervios no se van a templar recurriendo a tu pasado. Siempre inventando, qué tortura. Olvida la Historia, porque sólo trae problemas.

No sabes lo que pierdes cuando desconoces lo que ganas

Los animales domésticos se llevan el cariño de las personas, de ahí que odies a tu vecino. Eres muy inteligente, pero no te molestes en demostrarlo. Acabo de ver un rompehielos ruso que no tiene trabajo en la Antártida derretida. Salvad cuanto queráis porque voy a quemarlo todo. Baila, demuestra que tienes los pies de oro. Haz un esfuerzo para que la ceniza del puro no tiemble. Los gatos se arremolinan en los bajos de los coches, aprovechando el calor de un motor recién apagado. Imagina al lexicógrafo que compuso la gramática de los jeroglíficos antiguos, al centinela perenne de tus sueños, al abrigo que te aísla del viento. ¿Te sudan las manos? Haz que paren de ladrar los perros. El canto de los pájaros comunica la desbandada.

Tic-tac tic-Tac

Si lo pensamos bien, todas nuestras palabras carecen de interés, están totalmente muertas, pertenecen al pasado. ¿Te asusta todavía el crujido de las ramas en las noches de luna llena? Tengo que volver allí, solamente se tienen los unos a los otros. Las calles sucias son para los pobres. El tiempo debería ser una pausa perpetua. ¿Tus amistades se miden por las llamadas telefónicas que recibes? Se supone que somos libres. La música de un piano sale de la radio y se mezcla, con naturalidad, con el canto de un pájaro. Está segura de que el tiempo no borra nada, sólo lo oculta. Pensando en lo que haremos y que nunca hacemos se consume la piel de nuestro cuerpo. Juegos de manos, prestidigitación e ilusionismo. No hay día que pase que no vea un cartel de Coca-Cola. No mires tanto… y tócame.

Tu cara en una puerta


Sinceridad

He pensado que nunca te voy a olvidar, ¿y tú? Yo he pensado que ya te he olvidado. ¿En esta parada no hay un autobús que sea puntual?

Mundo ciego

Con la misma regularidad que los hombres van a la sauna, sus mujeres van a la peluquería. Contenedor de escombros. Ella dice: “Prefiero que seas tú quién me lave el pelo”. Él dice: “Hubiera sido un privilegio habernos conocido rodeados de pintura rusa, en vez de estar aquí, con tanta humedad, haciéndonos una paja”

Oh, my god


Torbellino

He llegado y no hay nadie esperándome. Esta mañana el sol invitaba a quedarse en casa. En la parada de los tristes encontré en la prensa a un animal que devoraba tu boca, un disco rayado, placenta en la esquina, saliva muy fina, pensando en lo mismo, lugar sin encanto, mirada felina, tu mano danzando, los toldos bajados y la firme convicción de que para avanzar has tenido que despedirte de todo aquello que has comprado.

Conversaciones en la sombra

La lluvia está cayendo sobre el papel y derrite las palabras de tinta. Tengo unos dedos que odian a sus uñas. Y un pensamiento que se recrea con unos cuantos viejos haciendo ejercicios físicos en un parque destartalado. El tronco de un árbol ha sido arañado con un graffiti y un hombre que pasa a su lado dice que ya es hora de que regrese el tiempo donde se cortaban las manos. Es curioso, hace poco asistí a un entierro donde nadie lloraba. Está claro que todas estas palabras no sirven para nada. No puedo verte todos los días. ¿Por qué? Porque me obligas a afeitarme y además me dejas el agujero del culo tan grande como la tronera de un billar. En la inmensidad sólo existe una línea. Con lo fácil que es cogerse de la mano. Lo más difícil es que el espejo olvide tu cara.

¡Mira! Tiemblan las palmeras

Descuartiza los segundos con un bostezo. El polvo vive en todas las esquinas y las palabras no radiografían el alma. ¿Dónde puedo encontrar a los monstruos? No sostengas nada que te agote, porque tu corazón tiene fecha de caducidad. Trabajo para una señora que viste siempre de negro y, por suerte, no pago alquiler. El menosprecio es nuestra arma favorita. No imagines nada, o mejor aún, hazlo, imagina todo, para darte cuenta de una vez por todas que la razón no vive en tu cabeza. Los abuelos entienden el presente; recordar el pasado les duele y lo evitan… y el futuro, está claro y huele; la muerte.

Un columpio que mover

La vida, no se cuenta en las películas. Suplico a mi cerebro para que olvide el valor del tiempo y que una fregona no lea nuestro futuro inexistente.

Una patada de Cupido

Eres muy guapa, pero mascar tanto chicle no te va a abrir las puertas del cielo.

Es preferible que nadie se acuerde de mí

Me quedo mirando en la pantalla, el detalle: El agua se ha olvidado de las fuentes y los pasos crujen como grillos mientras esa persona pisa el suelo sin estar convencido. ¿Qué esperas hacer sin deseo? Vivir. No hace falta recoger la mesa, sólo súbete los pantalones, viene mi marido. Se va a llevar el olor de su colonia y el sabor de su lengua, pero nada de lo que él ha dicho permanecerá en su recuerdo. No siente los besos que le ha dado. Duda de su sonrisa. Y la enfermera me pide que no eche más monedas en el agujero.

Supermercado

Van a producir un concurso para muertos. La respiración es un desafío y tu corazón no suena. Espero que no vuelvas pronto a casa, que los perros ladren en tu oreja, para debilitar tus defensas. Si siempre dudo, ¿qué futuro hay para mí? Simplemente, descubre en qué habitaciones te escondes. Da muchos besos a los niños y, recuérdales, que me marcho para talar todos los árboles. Vales mucho, vales poco, ¿qué más da lo que vales? Por tu seguridad no te lances a la vía del tren. Por favor, no quiero acabar tirado en la calle. Un matadero que se sirva de los abogados. Cuando sientes prepotencia se te pone cara de idiota. Vales menos que un paraguas abandonado en un día de verano. Es normal que tus manos no sepan fabricar algo duradero. No lo intentes, es imposible comprar cosas mágicas. Ya lo sé, por eso he dejado de esperarte. Por favor, pasen por esta caja, manteniendo el orden de la fila.

¿Quién os ha pedido que me defendáis?

No sé si lo tienes claro, pero a él le ha crecido el culo y ella me mira. ¿Te has fijado? En el patio hay tres niños que quieren ser negros, hablan como ellos y visten como ellos. El pájaro tiene el valor de aterrizar en su sombra. ¿Tendrá la valentía de no amoldarse a la costumbre? Frente al espejo, el hombre se corta los pelos de la nariz, con la confianza de aquel que no se siente observado. Los policías se aburren y no hacen el amor como les gustaría, por eso registran siempre a los mismos; piden a unos magrebíes que tiren los teléfonos al suelo. Ellos, sin violencia, dejan los aparatos encima de un banco de hormigón, pero, la policía lo considera una ofensa y los tira bruscamente. Se rompen. Uno de los policías les susurra al oído algo que no escucho y yo, desde mi ventana, pienso que en el hueco de un murmullo no hay espacio para amarse.

Resumen de una sonrisa educada

Llegaste cansado, agotado de tener que ofrecer una imagen segura de sí misma, cuando lo normal es que en tu cabeza la duda flote. Disfrutamos de una limonada, tu espalda contra la pared, mientras tu rostro contenía las luces y las sombras de una farola. El reloj manda. De regreso, a mitad de camino, me dijiste si tu cara parecía más relajada, a lo cual respondí que sí. Me miraste con dulzura y sonreíste. Entonces, como de la nada, al final de la calle, apareció tu exnovio con su pareja. Hicimos un alto en el camino, te mostraste excesivamente educado, charlasteis de cuatro tonterías, una perra que duerme en la cama y una cena que iba a hacer un amigo diplomático en la que todos estabais invitados menos yo. Ellos me miraban, con curiosidad, advirtiendo carne fresca. Se sentían seguros de lo que tenían, porque, plácidamente, se comieron un helado a cucharadas pequeñas. Te miré a ti y deseé que nos sucediera lo mismo, pero tú tienes claro que vamos por caminos diferentes, y sólo tú conoces las razones; nunca hablas por miedo a que te hieran. No hay rayo de sol tan poderoso que pueda derretir un corazón que no quiere sentir. La huella de tu amor se ha borrado como una pisada en un camino de nieve y no tienes valor para crear una huella nueva. Nos despedimos y echamos a andar, pero algo me decía que habías decidido quedarte parado, con la mente creando excusas de buena voluntad. Tus ojos habían dejado de mirarme fijamente. Es probable, que nada de esto ocurriera; como dice un sabio, las palabras no son la cosa.