miércoles, 1 de julio de 2009

Resumen de una sonrisa educada

Llegaste cansado, agotado de tener que ofrecer una imagen segura de sí misma, cuando lo normal es que en tu cabeza la duda flote. Disfrutamos de una limonada, tu espalda contra la pared, mientras tu rostro contenía las luces y las sombras de una farola. El reloj manda. De regreso, a mitad de camino, me dijiste si tu cara parecía más relajada, a lo cual respondí que sí. Me miraste con dulzura y sonreíste. Entonces, como de la nada, al final de la calle, apareció tu exnovio con su pareja. Hicimos un alto en el camino, te mostraste excesivamente educado, charlasteis de cuatro tonterías, una perra que duerme en la cama y una cena que iba a hacer un amigo diplomático en la que todos estabais invitados menos yo. Ellos me miraban, con curiosidad, advirtiendo carne fresca. Se sentían seguros de lo que tenían, porque, plácidamente, se comieron un helado a cucharadas pequeñas. Te miré a ti y deseé que nos sucediera lo mismo, pero tú tienes claro que vamos por caminos diferentes, y sólo tú conoces las razones; nunca hablas por miedo a que te hieran. No hay rayo de sol tan poderoso que pueda derretir un corazón que no quiere sentir. La huella de tu amor se ha borrado como una pisada en un camino de nieve y no tienes valor para crear una huella nueva. Nos despedimos y echamos a andar, pero algo me decía que habías decidido quedarte parado, con la mente creando excusas de buena voluntad. Tus ojos habían dejado de mirarme fijamente. Es probable, que nada de esto ocurriera; como dice un sabio, las palabras no son la cosa.