lunes, 7 de junio de 2010
Videoconferencia
jueves, 3 de junio de 2010
Variante poética de un texto en prosa
Sin compañía en la cama estoy, viejo como una piedra pulida.
Hace tiempo que no escribo por la beneficiosa monotonía
que supone dejarse llevar hacia la nada.
El buzón ya no me regala tus cartas: Tu muerte, hombre sin aristas,
se ha convertido en un símbolo.
Tus cosas siguen esperándote
pero ya no hay cuerpo que las habite.
Podría pensar que es una ilusión óptica, una treta, un desvarío, pero,
la verdad me dice,
que tus gestos prefieren el olvido.
No me queda más remedio que saltar en la plaza,
frente a la comisaría, con todos esos niños y sus sonrisas,
que postergan sus deberes
y cuyos malos recuerdos se borran como el grafito de un cuaderno mal escrito.
La vida es necesaria, pero no suficiente,
es la lección que he aprendido.
No lloro, para no arrancar vuestra complacencia, por no sentir
que mi egoísmo llora sólo por mí.
Y,
entre risas burlonas,
mis manos dejan de oscilar temblorosas en este aire negruzco
causado por un muro y un conductor bebido.
Si pudiera, el puente más cercano sería mi aliado, tu reflejo
mi mejor amigo,
el alquitrán de la carretera
el lugar perfecto para pernoctar fuera del mundo.
Pero no puedo, no sé cómo hacerlo.
Me conformo con caminar como un fantasma dentro de estas calles grises,
viejas como mi destino,
con nombres de Príncipe, Prado y Verónica y letras doradas,
escritas en el suelo
que se mezclan con pisadas de turistas y falsos lectores
mientras yo bailo con los chavales sin sentir que hago el ridículo.
Me desprecio por ser débil e imaginar que volveré a ver a un muerto, mi amigo.
Eso sí, esperando que una fuerza poderosa
me lleve contigo.