viernes, 26 de noviembre de 2010

Marcel Duchamp jugando al ajedrez


Se ha perdido en todos los rincones y no ha encontrado nada que merezca la pena. El ruido del perro sigue, la bolsa de plástico es un tormento, traspasando las paredes. Los vecinos mueven los muebles, interrumpiendo el descanso. En realidad, es difícil concentrarse. Siempre pones alguna excusa. ¿Soy un cobarde? Tal vez, por eso, te encuentras con tantos cobardes. Queremos apartar esa sensación de nosotros, con ahínco, excluyendo nuestra valentía. Piénsalo. Ahí tienes la taza de té, CALIENTE, como el cuerpo que la coge y la bebe. Y parece que corre la noche por los suburbios cuando nadie escucha. Todo acaba contaminado por el aliento de un mendigo chocando contra un cristal, que dibuja en el vaho, un corazón que desaparece.