lunes, 7 de marzo de 2011

Tumbas

Al final, son los actos los que nos delatan, los que dicen cómo somos, los que demuestran la verdad que el individuo se niega a mostrar por miedo o cobardía (ambas cosas están íntimamente ligadas). En una tumba, ese hombre se ha negado a introducir a la muerta y, a cambio, ha hecho un pequeño lago, repleto de estrellas de mar en su interior. Mi padre murió y dos semanas después fuimos al cementerio a recordar lo que todos tratábamos de olvidar. Como resultado llegó el aburrimiento y comencé a jugar con un sobrino de siete años, enclenque, al que por una extraña razón, le gustaba el movimiento exagerado, carreras y golpes sin sentido. Nos estábamos riendo, eso lo recuerdo. Le empujé en un descuido y el niño se cayó en el interior de una tumba, recientemente cavada y sin ningún muerto, aún, en el interior (era cuestión de tiempo). Mi cuñada entró en cólera, los insultos se hicieron presentes y yo no podía dejar de mirar al niño que, en el interior de ese agujero, esbozaba una gran sonrisa y me daba las gracias, sin palabras, por tener algo que contar en el futuro.