lunes, 19 de abril de 2010

Sin compañía en la cama, viejo como una piedra pulida

Hace tiempo que no escribo, por la beneficiosa monotonía que supone dejarse llevar hacia la nada. El buzón ya no me regala tus cartas. Podría pensar que es una ilusión óptica, pero, algo me dice, que tus gestos viejos han preferido el olvido. Voy a saltar en el parque, junto a los niños, cuyos malos recuerdos se borran como el grafito de un cuaderno mal escrito. La palabra rencor no figura entre sus favoritas. Y, entre risas burlonas, mis manos dejan de oscilar temblorosas en este aire negruzco causado por el incendio. Si pudiera, el puente sería mi aliado, el aire mi mejor amigo, el fondo del río el lugar perfecto para pernoctar fuera del mundo. Pero no puedo, no sé cómo hacerlo. Y me conformo con caminar como un fantasma, dentro de estas calles grises, viejas como mi destino, y bailar con los chavales, sin sentir que hago el ridículo. Eso sí, esperando que una fuerza poderosa me lleve contigo.